jueves, 10 de febrero de 2011

El sisimique

Contaban que siempre que comenzaba a oscurecer se aparecían dos enormes animales con cara de hombre, tenían los ojos rojos como llamas, una cola bien larga y se llamaban el Sisimique y el Sisimicón. Decían que estos animales se les aparecían a las muchachas solteras y que si les gustaban se las llevaban enrolladas con la cola. Donde primero se aparecían era en el río y después seguían el camino para la casa y que en camino iban llamando a las muchachas a las que les gustaba hacerle ojitos a los hombres, y se oían unos gritos y gruñidos que nadie podía imitar. Decían que para que el Sisimique y el Sisimicón no entraran a las casas no había que hacer ruido, muchos menos reírse, ya que las risas de las mujeres era lo que más les gustaba. A varias muchachas se las habían robado, porque ellas eran bien bandidas y ellos sabían dónde había mujeres que les coqueteaban a los hombres. 

 

La serpiente de los tres pelos

Los descendientes de los príncipes Yasica y Yaguare, los indios matagalpas, practicaban el culto a “Cihua-coatl”, pero, a su llegada, los conquistadores españoles introdujeron el cristianismo entre los indígenas locales, por lo que, al pasar los años, no fue difícil combinar el culto a “Cihua–coatl” y el culto a la Virgen María. 

Se dice que cuando se estaba formando apenas la ciudad, hubo una discusión y apalearon a un sacerdote. El sacerdote hecho una maldición a los habitantes de la ciudad y se fue montado en su mula. Según después de lo que se enteraron por boca del sacerdote, había una serpiente debajo de la ciudad de Matagalpa, que estaba atada por tres cabellos de la Virgen María. 

Uno de los extremos de la serpiente está en la Catedral de Matagalpa, y el otro en el cerro de Apente. En su constante lucha por liberarse, la sierpe (culebra de agua) se mueve tanto que ocasiona fisuras en la Catedal que no han podido ser selladas, y que se acentúan cada vez más.

En aquellos tiempos, hace ya mucho, había tres fuentes de agua: dos al sur y una al este de Matagalpa. Dos de los tres cabellos ya se han roto, y las dos fuentes del sur se secaron. La serpiente ahora está atada por un único pelo. Cuando el último pelo se rompa se derrumbará el cerro de Apente y enormes fuentes de agua que atraviesan la región reventarán y la ciudad de Matagalpa será arrasada por una inmensa inundación. 

Pero esto lo dictan los habitantes de la ciudad. Si su comportamiento y su moral son buenas, el último cabello será muy díficil de romper. 


El barco negro

Hace ya mucho tiempo, tiempales que una lancha cruzaba de Granada a San Carlos..Una vez muy cerca de la Isla redonda alguien hacia señas con una sábana blanca para que esta lancha atracara.
Cuando los marineros se acercaron a la isla sólo escuchaban: Ay.....Ay......Ay.....Ay...

Las dos familias que vivían en la isla se estaban  muriendo envenenadas..pues se decía habían comido de una res que había sido picada por una culebra Toboba.

Por favor llevenos a Granada -dijeron.
y el Capitán preguntó que quién pagaría por el pasaje.

No tenemos reales -dijeron los envenenados - pero le pagamos con plátanos.
¿Quién corta la leña o los plátanos? -preguntó el marinero.

-Yo llevo una carga de chanchos para Los Chiles y si me entretengo allí ustedes se me mueren en la barcaza. - les dijo el capitán.

Pero nosotros somos gente -dijeron los moribundos.

También nosotros -dijeron los lancheros-. Con esto nos ganamos la vida.

¡Por Diosito! -gritó el más viejo de la isla -¿no ven que si nos dejan nos dan la muerte?

-Tenemos compromiso -dijo el Capitán.

Y en facto se volvió con los marineros y ni por más que se estuvieran retorciendo del dolor, ahí los dejaron.
No sin antes la abuela de una familia de la isla, levantándose del tapesco en donde estaba postrada..les echo una maldición.

"¡Malditos! ¡a como se les cerró el corazón, así se les cerrará el lago!"

La lancha se fue. Cogió altura buscando San Carlos y desde entonces perdió tierra. Eso cuentan. Ya Ellos  no vieron nunca tierra. Ni los cerros podían ver, mucho menos las estrellas en el cielo les pueden servir de guia.Ya tienen siglos de andar perdidos.

Ya el barco está negro, ya tiene las velas podridas y las jarcias rotas.

Muchos lancheros en el Lago de Nicaragua aseguran que los han visto. Se topan en las aguas altas con el barco negro, sus marineros barbudos y andrajosos les gritan:
- ¿Dónde queda San Jorge? ¿Dónde queda Granada?
Pero el viento se los lleva y no ven tierra. Están malditos.

Fuente: S Pablo Antonio Cuadra y Francisco Perez, Muestrario del Folklore Nicaraguense Banco de America series Ciencias Humanas 1978.
Version internet: Eduardo Manfut

La dulce Xali de Cailahua

Por las noches, dice un antiguo romance, vaga sobre el haz de las aguas de la laguna de Masaya el fantasma de la dulce Xalí.

Los pescadores tienen buena pesca en el plenilunio porque la dulce Salí vagas sobre el haz de la laguna de Masaya.

La brisa que riega el agua, hace y deshace los pliegues de la túnica de la dulce Xalí.

Pescador, es el plenilunio; toma la barca y tu atarraya y ándate a Cailahua que la dulce Xalí va sobre el haz de las aguas.

Kieg, hijo de un príncipe Quiché, llegó un día a pescar por los dominios del Cacique de Nindirí y se prendó locamente de Xalí, la hija de este. Cuando supieron sus pretensiones, el hijo del Cacique de Jalata, llamado Nancimí, quien estaba ofrecido en matrimonio, porque así convenía a una alianza que ambos caciques habían convenido, se sintió hondamente despechado; entre las pequeñas cortes hubo un movimiento de desagrado y fueron a hacerle la guerra al extranjero que arrebataba la dicha del bravo Nancimí, mas el padre de Xalí, agradaba el matrimonio con Kiev, y no vio con desagrado los amores.

Herido en su amor propio el Cacique de Jalata, cuando supo que el amigo le era infiel a la palabra empeñada, dispuso hacerle una visita acompañado de numeroso séquito, llevando consigo un mil súbditos armados con lanzas y agudas flechas de huiscoyol.

En efecto, después de haber enviado un heraldo anunciándole su visita, se puso en camino el Cacique de Jalata embarcándose en hermosas canoas empavesadas llevando músicas y haciendo una feliz travesía sobre las aguas dormidas de la laguna de Masaya. Del otro lado esperaban para darle la bienvenida los del señorío de Nindirí que así mismo acompañaron con flautas, tunes, chirimía y tambores al cortejo que traía el Cacique de Jalata.

Que se dijeron los caciques es fama que nunca llegó a saberse, pero Kieg, unió su destino al de la dulce Xalí.

Las fiestas que acordaron fue por varios días, celebrándose en la plaza torneos y simulacros divertidísimos, mas el mejor número fue la casa del venado, hecho en plena selva hacia Ticuantepe.

Caía la tarde y las aguas de Masaya se teñían de oro y gualda, Kiev y Xalí se había quedado atrás, olvidados de la vida y del mundo, engarzando un collar de horas para el porvenir. Nancimí que disfrutando entre el cortejo había asistido a la cacería, se había adelantado y oculto tras la maleza espiaba el paso de la pareja.

De repente el zumbido de una flecha paso sobre a cabeza de los novios.

- ¿Oyes? - dijo Xalí.
- Si, es el pájaro que anuncia la proximidad de la noche.
- es una flecha - repuso ella -, mírala como quedó clavada en el tronco del Genízaro.
- ¿Pero quien podrá ser?
- Solo uno: Nancimí...
- Ah -dijo el joven indio.
- Y no pudo decir mas, una segunda flecha mas certera le atravesó el cráneo y cayó muerto en el camino.
Xalí se precipitó sobre el cadáver adorado y besando la herida abierta por donde la vida se escapaba grito en el silencio de la tarde.
- ¡Kiev! Óyeme, soy yo tu Xalí...

Pero como un tigre salto Nancimí al camino y tomando por el talle a Xalí, le dijo:
- Mía o de nadie, Xalí.¡A mí todos!
Y brotaron de la maleza varios compañeros.

Bajaron por los despeñaderos de la laguna llevando a la princesa, atravesaron la costa de rápida pendiente sembrada de lava y al llegar a las orilla, tomaron una canoa que los condujo a la parte opuesta, en donde se mira la roca cortada a pico de Cailahua: luego buscaron la parte accesible a la parte humana y bajaron hacia la gran cañada en donde corren las aguas lluvias a precipitarse en el despeñadero del Cailahua.

Era el plenilunio, la luna con luz perla bañaba el monte silencioso y Nancimí quiso con dulces palabras llegar hasta el corazón de Xalí.

El sol de la mañana sorprendió a Nancimí a los pies de Xalí, y ella desolada llorando al bien amado muerto.

- Di, Xalí, ¿no me quieres?
-¡Quiero la muerte para unirme con Kiev!
-Si eso quieres la tendrás ¡cruel!
Y retirándose a una distancia regular le dijo:
-Toma, ahí va y no serás ni de aquel ni mía.
Y le disparo una aguda flecha de huiscoyol.

En la roca, desde entonces se mira una sepultura abierta y alrededor varios jeroglíficos que dicen ser la tumba de la dulce Xalí.

Gustavo A. Prado: Leyendas Coloniales. Ediciones del club del libro nicaragüense, Managua, 1962.

Ometepetl y Nagrando

 Cuando los nicaraguas emigraron en masa huyendo de los olmecas uno de sus caudillos o "alfaquí" (término musulmán que Torquemeda usaba para nombrar a los sabios nahuatl) predijo, antes de morir, que se asentarían en un mar de agua dulce de donde emergiera una isla con dos volcanes. Se refería a la isla de Ometepe, que en nahuatl significa "dos cerros" (ome - tepetl). 
 Se han encontrado petroglífos, ídolos y piezas de céramica en la isla, y hasta la una pieza que creen era de un telescopio. Se dice que hay en Ometepe un río que hace que la gente sufra cambios de personalidad, y una ciudad bajo el agua.
Esta leyenda explica como se formó la isla de Ometepe y el lago Cocibolca.

Ometepetl era la admiración de todos los indios mancebos.
Su silueta era bien delineada y su hablar dulce y sonoro
La historia de amor comienza con el enamoramiento de Ometepetl
y Nagrando, ambos provenientes de dos tribus en conflicto.
Ometeptl pertenecía a la tribu de los indios Niquiranos y Nagrando a los Nagrandanos.

Según la leyenda contada por el profesor Hamilton Silva,
Ometepetl era una muchacha preciosa, alta, pelo lacio, bien
formada. Su sonrisa hechizaba y su mirada deslumbraba. Ella era la
admiración de todos los indios mancebos.

Su silueta era bien delineada y su hablar dulce y sonoro.
"Nagrando era fornido, con brazos como de madroño, piernas
como de tempisque, nariz aguileña, diestro en la pesca y en la
cacería: era un guerrero", narra la leyenda.

Las familias de ambos jóvenes eran enemigas a muerte y las leyes decretadas por los teytes no permitían que se unieran en matrimonio.

Una tarde de verano Nagrando se encontró con la bella Ometepetl y los dos quedaron enamorados. En ese momento Xochi-pilli hizo sonar la canción de la brisa en todos los pastizales, Quetzalcóatl desprendió exhalaciones por todo el universo. Ehécatl hizo caer sereno y todos los teotes desparramaron bendiciones sobre aquel nuevo amor. Mientras tanto, Coapotl se regocijaba y los pájaros soltaban sus trinos.

Ambos jóvenes se juraron amor, pero el gran cacique Niquirano mandó a buscarlos para apresar a Ometepetl y matar a Nagrando. Estos buscaron apoyo en sus amigos íntimos para huir. Solos y a escondidas se besaron, abrazaron, oraron y luego se cortaron los pulsos. Es así que el gran Lago Cocibolca no es más que la sangre emanada de los jóvenes, los dos volcanes de la isla son los pechos de Ometepetl y la Isla de Zapatera es el cuerpo sin vida de Nagrando, que no avanzó mucho en la fatalidad de su muerte.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Primer hombre y mujer de Tisey

 Los ancianos indígenas campesinos de las montañas del Tisey y de Apaguají me relataron cómo habían formado al Primer hombre y a su mujer, según les contaban sus abuelos. Dijeron ellos que, hacía muchísimos  años, mucho antes que hubiera gente sobre la tierra, vivía en lo más espeso  del monte un viejito solitario que se preparaba él mismo la comida. Que un   día no teniendo nada que hacer y sintiéndose muy aburrido, tomó una masa dura de maíz que le había sobrado después de haber hecho sus  tortillas, y la reblandeció con sopa de frijoles y miel de jicote que tenía  guardada en una jícara.

              Con esta masa reblandecida y ya suave hizo dos pequeños muñecos como  del tamaño de una cuarta. Y que como se doblaban al ponerlos de pie,  dispuso reforzarlos a cada uno con palitos y ramitas, con piedritas y  conchitas finas pepenadas de la quebrada que pasaba cerca de su choza de palma. Que también les había metido dentro de las cajitas del cuerpo, una bolita de hule, dos pelotitas de algodón, lodo con chile, aguacate y   clara de huevo de jolote, un pedacito de tiesto de comal, bejuquitos, gusanitos de tierra, dos frijoles rojos que estaban tirados en el suelo,  popitas, tomates de monte, semillas de ayote, también de achiote y otras menudencias. Que como cabellos había usado pelo seco de maíz que tenía  guardado en el cuiscoma. Y que estando así, ya bien rellenados, el viejito   quiso forrarlos con unas hojas de tabaco que tenía para sus puros usando  como hilo el mismo pelo de maíz.

              Que como las hojas de tabaco estaban secas y se quebraban a cada rato  las había humedecido luego con agua medio salada. Así arreglados, dispuso cocerlos. Y que habiendo terminado por el mancuerno, al primer muñeco le había dejado una hilacha larga guindada, pues creía que iba a sobrarle hilo. Pero que al segundo muñequito lo había dejado abierto,  porque precisamente cuando zurcía el gancho de las piernas se le había  acabado el hilo. Y éste es el motivo por el cual los hombres tenían el gran  colgajo por delante y las mujeres su tamaña gran rajadura.

Leyenda índigena de Estelí

La Mocuana

Hay varias versiones de la leyenda de la mocuana, unas dicen que era de Estelí, otras de Matagalpa; unas que quedó embarazada, otras que no; unas dicen que la Mocuana rapta niños, otras que ataca a los hombres buscando venganza (en especial a los jóvenes y blancos)...
Voy a presentar varias versiones.

 I
 Ha muchos años, en los primeros días de la Colonia, la noticia de los yacimientos de oro que según fama había en los dominios del Cacique de la tercera Villa de Sébaco, llevó allí a muchos españoles, que fueron muy bien recibidos por el indio, quien les entregó tamarindos de oro para que los enviasen al rey de España.

Después del obsequio, el Cacique rogó a los extranjeros que se alejasen y no volviesen. Estos aparentaron hacerlo, pero al poco tiempo regresaron; y esta vez con deliberadas intenciones de sojuzgar al jefe indio. Habiéndolo sabido este, escondió sus tesoros. Únicamente su hija conocía el secreto del escondite. Los españoles fueron derrotados.

Pasó el tiempo y habiendo llegado uno de los hijos de los viejos españoles vencidos, se enamoró perdidamente de la hija del Cacique, que era muy bella. Esta correspondió el amor; y como bien sabía ella que su padre se opondría rotundamente al matrimonio, huyó con el español.

Generosa, le dio a su amante europeo las riquezas que poseía y este, satisfecho, y no esperando nada más de la pobre india, la encerró en la cueva de un cerro y le tapó su salida; pero ella, conocedora del lugar, logró escapar por otro lugar.

La actitud de su amante le causó la perdida del juicio y se convirtió en la bruja La Mocuana... Desde entonces se aparece en los caminos e invita a los transeúntes a seguirla hasta la cueva. La gente dice que nunca le han podido ver el rostro (lo tiene siempre cubierto con sus negros cabellos); solamente su larga y cimbreante figura y su preciosa cabellera.
Enrique Peña Hernández: Folklorede Nicaragua. Editorial Unión, Masaya, 1968

II

“Aproximadamente en el año 1530, los españoles realizaron una expedición bien armada en territorio nicaragüense, para ampliar sus dominios e incrementar sus riquezas. En esta incursión los españoles lograron reducir a los indios de Sébaco, habitantes de la Laguna de Moyúa. El jefe de la tribu india, una vez vencido, obsequió a los conquistadores bolsas elaboradas con cuero de venado, llenas de pepitas de oro.

La noticia en España de que los conquistadores habían regresado con grandes riquezas llamó la atención de un joven, quien esperaba vestir los hábitos y cuyo padre había muerto en esta incursión. Decidido, el joven se incorporó a una nueva expedición, y después de un largo y penoso recorrido llegó a suelo nicaragüense, donde fue muy bien recibido por los pobladores, creyendo que era un sacerdote.

Ya en Sébaco, el joven conoció a la hermosa hija del cacique y la enamoró con intenciones de apoderarse de las riquezas de su padre. La joven india se enamoró perdidamente del español, y en prueba de su amor le dio a conocer el lugar donde su padre guardaba sus riquezas. Hay quienes afirman que el español también llegó a enamorarse verdaderamente de la joven india.

El cacique, al conocer los amoríos entre su hija y el extranjero, se opuso a la relación, y éstos se vieron obligados a huir, pero el cacique los encontró y se enfrentó al español, logrando darle muerte. Luego encerró a su hija, a pesar de estar embarazada, en una cueva en los cerros. Pero hay versiones que aseguran que fue el español el que encerró a la india después de apoderarse de los tesoros.

Cuenta la leyenda que La Mocuana enloqueció con el tiempo en su encierro, del que logró salirse después por un túnel, pero al hacerlo tiró a su pequeño hijo en un abismo, y desde entonces aparece por los caminos invitando a los caminantes a su cueva. Dicen los que la han encontrado que no se le ve la cara, sólo su esbelta figura y su hermosa y larga cabellera negra.

En algunos lugares cuentan que cuando La Mocuana encuentra a un niño recién nacido, lo degüella y le deja un puñado de oro a los padres de la criatura. Hay otras versiones que aseguran que se lo lleva, dejando siempre las piezas de oro”.
Leyendas Nicaragüenses - Josefa María Montenegro

 III
Se cuenta que una hermosa mujer que tenía un hijo y se enamoró de un joven muy rico de otro pueblo, este hombre la quería a ella pero no a su hijo y  le propuso de que lo regalara. Ella le dijo que no iba a dejar a sus hijo. Pero este hombre le dijo que  la mataria a ella y a su hijo si no se casaba con él.  Ella muy triste escapa para esconderse con su hijo en la cueva del cerro La Mocuana en La Trinidad, camino y camino dentro de la cueva hasta que se pierde  y muere con su alma  en pena; La leyenda cuenta que La Mocuana  sale todas las noches despues de las 12, vestida con un vestido de seda blanco y si algún niño esta despierto o llorando ella llega y se lo lleva pensando que es su hijo. La gente de la Trinidad dicen que algunos la han visto por la carretera panamericana, Otros dicen que ya  han intentado introducirse a lo profundo de la cueva pero se han visto imposibilitados a seguir ante la presencia de miles de murciélagos que viven allí.
Eduardo Manfut 

Umanka

Leyenda escrita por Eddy Kühl

Umanka, la bella sukia de los matagalpas
Umanka era una india de la etnia Matagalpa que vivió en esta región allá por los años 1520s, un poco antes de la aparición de “los barbudos” en los dominios de su tribu. Umanka era nieta de Yaguare y Yasica, los fundadores de los calpules de Matagalpa, etnia que tenía su propia cultura y su lenguaje de origen chibcha.

Umanka había heredado las cualidades de su abuela Yasica, es decir que tenia don de mando, era inteligente, bella y atlética. Añadía a esto que gustaba del comercio e interpretaba bien la música. De su abuelo Yaguare heredó su noble prestancia, el principesco atuendo y joyas que esta bella sukia lucía en ocasiones especiales.

Había organizado a un grupo de jóvenes indios, que debían de reunir esas mismas dotes, o adquirirlas con esfuerzo y práctica. Los indios ulvas que habitaban detrás de la frontera de la selva creían que Umanka era una sacerdotisa o bruja, por eso le llamaban en su idioma, sukia.

Mientras el resto de su tribu se dedicaba a la agricultura, a la caza, a la pesca, a la cocina y otros a la confección de tejidos de algodón, ella y su grupo se dedicaban al comercio, para hacerlo mas efectivo practicaban la oratoria, aprendían otras lenguas y entretenían a sus clientes con música de flauta, quijongos, güirros, pitos y tambores mientras Umanka entonaba canciones en su melodioso lenguaje indio.

Umanka tenia correos o mensajeros que le informaban del estado del comercio en regiones distantes, jóvenes atletas remaban sus cayucos río abajo el Ucumulali (río de los guapotes dorados) después caminaban hacia el sur, pasando por los poblados indios de Juigalpa, Lovigüisca hasta llegar a la nación de los Talamancas (ahora Costa Rica) donde hablaban lengua chibcha similar a la suya. Allí negociaban sus productos y adquirían en pago pequeñas estatuillas de oro que los Talamancas habían aprendido a fundir y moldear, una vez de regreso a su región vendían estas preciosas figuras a los visitantes Pochtecas que procedían de México. Los Pochtecas, de habla nahuatl entraban en territorio de los matagalpas por Teotecacinte, pasando por Yalagüina, Condega, Sébaco y de ahí a Muimui, Teustepe, Juigalpa y Lovigüisca. El poblado indio de Matagalpa, sin embargo, estaba en terreno mas escarpado y rocoso, escapaba así de la ruta de los Pochtecas, por eso Umanka enviaba sus emisarios y a veces ella personalmente los acompañaba a las plazas de comercio, especialmente al poblado de Sébaco y Condega, poblados de la misma etnia Matagalpa.

Estas estatuillas de oro eran buscadas afanosamente por los comerciantes Aztecas, los indios e indias nobles los usaban en sus collares, gorros y brazaletes, las estatuillas tenían igual mercado, así como las grandes pepitas de oro (llamadas por los españoles Tamarindos de Oro por su gran tamaño) que los indios matagalpas de Sébaco obtenían de una misteriosa cueva en la vecindad del cerro Oyanka, en la sierra de Totumbla.

Otros artículos que Umanka y su grupo comerciaba, eran pendientes y collares de verdes esmeraldas provenientes del valle de Cumaica, así como instrumentos de música que fabricaban en Samulali y Ocalca.

Cuando Umanka y sus cachorros llegaban a Sébaco, participaban en las competencias deportivas y musicales que anualmente ahí se desarrollaban en culto a la diosa de la Mujer Serpiente o Cihua-Cuatl, estas se realizaban en honor a los visitantes del emperador Azteca, que tributaban culto a Quezalcoalt, o Serpiente Emplumada.

Cuando los españoles llegaron por esta región, allá por 1552 afectaron el tipo de vida de esos comerciantes, empezaron a imponer sus costumbres y religión, sin embargo se sospecha que la lengua y costumbres de los matagalpas perduró hasta el año 1875.

Los restos de Umanka yacen en la montaña de Apante, por eso se dice que ese cerro es “La Montaña que canta”. Su tradición musical se ha preservado hasta la fecha, ahora con influencia centro-europea de inmigrantes llegados a mediados del siglo XIX, y se manifiesta en el “son norteño”, así como los sobaqueados y jamaquellos (polcas y mazurcas) que se practican todavía en Estelí, Jinotega y Matagalpa.

Atuendo de Umanka (heredado de su abuelo el Príncipe Yaguare)

Sobre su cabeza luce un gorro de cuero de venado con 4 plumas de quetzal rojas y verdes, el gorro muestra al frente un emblema rectangular con tres gemas, una de oro, una de esmeralda y una de cuarzo blanco. Sus aretes son grandes aros colgantes, hechos de cuero de venado entrorchado. El collar superior es de cuero de danta con diez tamarindos de oro regalo de los indios de Cihua-Coatl, este sostiene un emblema rectangular con tres piedras de rubí. El collar inferior es de cuero de venado, representando los diez pueblos de los indios matagalpas: Yalagüina, Condega, Esteli, Jinotega, Sébaco, Matagalpa, Muimui, Teustepe, Juigalpa y Lovigüisca. En ambos brazos y como pulsera luce brazaletes de cuero de danto teñidos en diferentes colores. En sus manos sostiene un bastón de madero negro labrado y con un aro de oro incrustado en el mango, como símbolo de autoridad.

Eddy Kühl Arauz - Matagalpa y sus gentes

Yasica y Yaguare

Esta es otra leyenda escrita por Eddy Kühl.
 
Yasica, era la hija de un guerrero de la tribu Matagalpa que vivía al este del actual departamento de Matagalpa, y que se escapó de su pueblo con Yaguare siguiendo consejos de un anciano de que ambos formarían un gran pueblo donde nace el río Ucumulali (Río Grande).

Yaguare, era hijo del cacique Yaguan que hastiado de las continuas guerras con los Sumos huyera con su novia, y juntos fundaron el poblado de Matagalpa (Arriba en las piedras. Según el padre Guillermo Kiene)

Para el año 1530 los conquistadores españoles ya se habían asentado en la región del Pacifico de Nicaragua, es decir en: Nicaragua (Rivas), Granada, León y El Realejo. Y desde 1527 habían enviado misiones a buscar yacimientos de oro a unas 20 leguas al noreste de León, esto era en los límites de la Taguzgalpa (Tierra de la plata) donde fundaron en 1539 el poblado minero de Santa María de Tologalpa, cerca de la actual ciudad de Ocotal.

En 1527 el teniente español Gabriel de Rojas buscando una ruta por el norte hacia el Desaguadero descubre una población de indios Matagalpas que practicaba culto a la diosa conocida como Mujer Serpiente, este nombre traducido al nahuatl por sus intérpretes chorotegas era Cihua-coalt, su verdadero nombre en lengua se ha perdido. Con el pasar del tiempo Cihua-coatl se castellanizó como Sébaco.

Ya para 1560 la parcialidad de Molagüina (barrio de la actual ciudad de Matagalpa) fue concedida como encomienda al español Alonso Quintero. Para 1608 el comendador del Convento de la Merced del pueblo de Matagalpa salió en misión hacia el pueblo indio Muimui llevando de intérprete al indio don Diego, cacique de Molagüina, este era un indio matagalpa cristiano de la Encomienda de Hernando de Espino, logrando así bautizar a Xilon, cacique de Muimui y a varios indios de su pueblo.

Misioneros mercenarios ansiosos de reducir a los indios penetraron mas hacia el noreste y fundaron finalmente en 1732, el poblado Nuestra Señora de Dolores de Yasica a orillas del río que los indios llamaban Yasica, afluente del río Tuma, Tuma según el estudioso sacerdote matagalpino Guillermo Kiene significa “afluente” en lengua ulva.

LA LEYENDA

El nombre Yasica proviene del sobrenombre de una joven india muy recordada por los ancianos Matagalpas que vivían en el centro de Nicaragua, lugar que en el futuro los españoles llamarían “frontera de la selva”, este era el límite entre las bellas tierras compuestas por fértil valles y montañas nublosas de más de mil metros de altura donde habitaban los indios Matagalpas y la selva tropical húmeda y baja del Caribe donde habitaban los indios Sumos.

La leyenda narra que mucho antes de la llegada de los “barbudos” (españoles) en esa región había vivido una joven india muy linda, independiente y atleta consumada, sus padres al nacer le habían llamado Bilgüit, que significa frágil doncella, sin embargo cuando creció dio muestras de ser todo lo contrario, pues le gustaba salir de caza con los muchachos, trepaba con facilidad los árboles mas altos, no temía a los animales silvestres, pues se le veía a veces jugando con ellos, incluso sus amigos les llevaban culebras boas que ella gustaba portar enrolladas en su cuello, tuvo un coyote que domesticó como a un perro, lo mismo así a un halcón. Contaban sus amigos que ella corría tan veloz como un venado, balanceaba en los árboles como mono, y nadaba y buceaba como un pez.

Con el tiempo la llamaron Yasica, que significaba en lengua matagalpa “doncella veloz”. Era además muy bella: morena de ojos y cabello negro y largo, pero era mas recordada por su personalidad, pues conjugaba lo valiente con lo amable, la sabiduría con el atrevimiento.
Sabía usar el arco como un cazador nativo, hacer sus flechas de tafixte (varilla lisa muy dura del árbol de coyol).

Yasica se dio a conocer también como una joven muy independiente. Ya adolescente se le solía ver acompañada por un altivo y atrevido joven que llamaban Yaguare, (según el lingüista padre Kiene, Yaguare significa “que corre veloz”), era hijo del cacique Yaguan quien comerciaba con los sumos que subían río arriba.

Se dice que estos indios matagalpas extraían grandes pepitas de oro, de unos yacimientos en la cercanía, cuyo lugar era secreto, el oro era llevado al centro ceremonial de Cihua-coatl donde era negociado con los Pochtecas que venían de México, estos era emisarios del soberanos Aztecas que venia anualmente a cobrar tributo y a comerciar con los matagalpas por la ruta que ahora conocemos como “ruta del güegüense”, comerciantes mestizos qe desde el siglo XVII transportaban mercadería en recuas de mulas desde puertos del Pacífico en México.

Antes de la colonia española estos pueblos indios que comprendían ese territorio eran: Somoto, Yalagüina, Palacagüna, Condega, Esteli, Sébaco, Matagalpa, Teustepe, Lovigüisca, todos eran pueblos indios de lenguaje matagalpa hasta llegar al Desaguadero, lugar en el Mar Caribe donde se hablaba el nahuatl, de allí los comerciantes Pochtecas regresaban a México, ya sea por vía acuática pasando por Yucatán, o por la misma ruta terrestre.

Noticias de esos yacimientos de oro en Cihua-coatl atrajo posteriormente a los españoles, pero su fuente era secreto, y nunca pudieron la encontrar. Esto fue conocido hasta en tiempos de la colonia, por ejemplo, el geógrafo francés Pablo Levy escribiendo en 1873 enumera las minas de oro del antiguo Corregimiento de Sébaco y Chontales, y dice: “Al norte de La Libertad se han descubierto filones en Camoapa, Boaco y a lo largo de la cumbre está Sebaco, se sabe que en el tiempos de la dominación española Sébaco regaló al rey de España un medio lleno de frutas de tamarindo, imitadas en oro macizo”.

Ahora se cree que podrían ser estas las minas de oro encontradas en 1808 en el área conocida como Ocalca, Mina Verde y Montegrande a pocas leguas de Yasica, las de El Jícaro cerca de La Trinidad, o en una misteriosa cueva de la Mocuana, cerca del cerro de Oyanca al norte de Cihua-coatl. Esta región era continuamente amenazada por indios nómadas, que provenientes de oriente remontaban los ríos hasta llegar a la región de los matagalpas. Los españoles llamaron a aquellos Caribes Bravos, en oposición a los que comerciaban o les servían a ellos a los cuales denominaban Caribes Mansos.

EL VIAJE DE YASICA Y YAGUARE

El cacique Yaguan ya estaba viejo y cansado de luchar, no quería mudarse de ese lugar, no así Yaguare y Yasica que eran jóvenes, ambiciosos, y no estaban dispuestos a ser presas de los caribes.

Yaguare y Yasica planearon abandonar la difícil vida de su tribu e ir a buscar el lugar que le describiera un sabio y anciano Sukia, o sacerdote ulva, amigo de sus padres lugar que estaría reservado para una pareja especial como ellos y su descendencia, según una tradición tribal. Este lugar estaba muy cerca del nacimiento del gran rio Ucumulali.

El sabio Sukia les recomendó que era tiempo que ellos empezaran a buscar ese mitológico sitio para salvar a su gente. Yasica y Yaguare decidieron partir en su búsqueda.

Yasica conocía los alrededores y sospechaba que ese lugar debía estar hacia el sur de su poblado, pero no tenia idea donde estaba el nacimiento del río grande. Tomaron entonces un cayuco que compraron a amigos indios Ulvas del lugar, navegaron el río que pasaba por su comunidad (Yasica) hasta su unión con el Tuma, de allí ascendieron el río grande llamado por los sumos Kiwaska (Pedregoso) buscando su nacimiento, siguieron río arriba por otra semana de viaje, ambos remaban y a veces solo paraban para pescar, hacer fuego y comer, dormían dentro del bote cuando creían que el lugar era seguro contra fieras, llegaron al poblado de Muimui (Mucha Nutria) donde hablaban su lengua, después de varios días pasaron por otro pueblo llamado Metapa y al fin pararon en Cihua-coalt, centro ceremonial y comercial indígena de su misma raza del cual habían escuchado a sus padres hablar con mucha veneración y misterio.

Allí quedaron unos días descansando y admirando aquel gran pueblo donde se notaba la pujanza del comercio de los matagalpas con los Pochtecas del valle de México, estos buscaban pepitas de oro tan grandes como los colmillos de un tigre, y estatuillas hechas de ese metal por indios Talamancas recorriendo la ciudad admiraron templos dedicados a la diosa que llamaban “mujer serpiente”.

Visitaron plazas públicas, unas para un juego con pelota de caucho, y otras para practicar el tiro a mazorcas de maíz con arco y flecha, incluso una donde les contaron que una vez cada cinco años presentaban los delegados de los Aztecas de México, este era el espectáculo del pájaro volador, una práctica arriesgada y peligrosa.

En el puertecito veíanse cayucos y pipantes de indios matagalpas y sumos que venían desde lejos a comerciar trayendo pavos, cacao, maíz, yuca, tabaco, cusucos, venados, loras.
Oyeron hablar de que los sumos que habitaban al oriente, compraban perros mudos y sin pelo para llevárselos a su región, los cuales después comían.

Hicieron amistad con otros jóvenes, a los cuales pidieron informes sobre la ubicación de las fuentes de ese río. Con ayuda de la hija del cacique lograron llegar donde el río se volvía mas angosto y pedregoso, supieron que las fuentes principales eran dos y que estaban en las montañas vecinas como a un día de remo hacia el norte.

Llegaron al fin a un lugar a orillas de una gran montaña donde podía apreciarse una gran piedra cortada caso verticalmente, gigantesca roca que brillaba cuando el sol le hería en las tardes, y de donde bajaba una corriente de agua cristalina. Por la belleza del lugar, lo agradable de su clima, abundancia de pesca y caza, y la vista de la formidable roca no, había duda que era la región que llenaba la profecía para su asentamiento.

Allí se fincaron, lugar que Yasica bautizó con el nombre del mismo príncipe, o sea Yaguare, esto era en las laderas de un enorme cerro azul- verdoso llamado Apante, que significa “cerro de agua”, allí según todas las señas era el lugar que les había indicado el viejo sabio. Ambos trabajaron y construyeron con sus propias manos chozas, y corrales para guardar venados y pavos, y con grandes piedras formaron a manera de presa una hermosa poza que les serviría para nadar y pescar. Con el pasar del tiempo Yasica y Yaguare dieron lugar a una gran descendencia que posteriormente formaron tres distintos pueblos hermanos, estos eran: Matagalpa, por su hijo mayor del mismo nombre, que según el padre Kiene significa “vamos a la piedra”, otro formado por descendencia de la princesa Umanka, este pueblo mas tarde le llamaron Molagüina que significa “pueblo grande”, y Solingalpa, o “lugar de los caracoles”, por la hija menor.

Estas fueron los poblados indios que encontraron los españoles a su llegada a esta región a principios del siglo XVI. Años después, la villa de Santa María de Yasica que habían fundado los españoles fue atacada tantas veces por indios Caribes, que ahora llamaban Mosquitos, los cuales habían sido armados con mosquetes y armas blancas por los ingleses desde el año 1710. Ya a finales del siglo XVIII esta villa había sido reportada como perdida, es un reto para los arqueólogos encontrar sus restos, se cree que sus habitantes se mudaron y fundaron el pueblo de San Gerónimo, cerca de Muimui viejo.

En las vecindades de estos pueblos, así como en la comunidad de El Chile, cerca de la ciudad de Matagalpa todavía pueden verse los rasgos representativos de aquella raza autóctona.

La gesta de Yasica y Yaguare quedó como una leyenda que todavía añoran los pobladores tanto de la zona del río Yasica, del Tuma y del Ucumulali, como la pareja que fundó el poblado de Matagalpa con su esfuerzo y su amor.

Quedan como silentes testigos los nombres de dos ríos que recuerdan a aquella valiente pareja o sea el río Yasica, así como el Chuisli Yaguare que atraviesa el centro de la ciudad de Matagalpa, y el majestuoso cerro Apante, con su misteriosa laguna en su cima que encierra el secreto de la sagrada serpiente de los indios matagalpas.

Eddy Kühl Arauz- Matagalpa y sus gentes

La princesa Oyanka

Esta leyenda es Matagalpina, también de Sébaco, y tiene mucho parecido con la leyenda de la Mocuana. Gilberto Alvarado piensa que es sólo una distorsión que hizo Eddy Kühl Arauz de la mejor conocida leyenda de la Mocuana. De la forma que fuese, es una leyenda muy interesante, y está escrita de una forma muy detallada. El nombre "Oyanka" viene del nahuátl "en el nuevo camino".

Oyanka y los tamarindos de oro
Allá por 1550 en el Valle de Sébaco, cuyo nombre significa Mujer Serpiente, a orillas de la laguna Moyoá, habitaba una nación de indios matagalpas bajo el liderazgo del cacique Yamboa. Su principales oficios eran la agricultura, caza y pesca; conocían a perfección el cultivo del maíz, cacao, y el tabaco, de algunas plantas silvestres obtenían la yuca, el tamarindo y distintas frutas para su dieta diaria.

Entre los animales que cazaban para comer estaba el pavón, codorniz, guatusa, guardatinaja y el venado. De los metales solamente trabajaban el oro por su ductilidad y belleza. Habían encontrado yacimientos de este bello metal en una cueva en las montañas cercanas al norte del poblado, se cree que esta comunicaba una cueva a orillas del Río Grande con una cueva cerca de La Trinidad, ellos guardaban el secreto, especialmente cuando se percataron que los españoles lo buscaban con desenfrenada ambición.

Incursiones de soldados de la corona española empezaron a llegar por esa región, el cacique los recibió bien, mientras tanto, los soldados descubrieron que algunas indias relacionadas con el cacique lucían collares con grandes pepitas de oro tan grandes como las semillas de tamarindo. Pronto consiguieron algunas pepitas con halagos y otras a cambio de telas vistosas y otros objetos como cuchillos de hierro.

El cacique hizo varios presentes de grandes cantidades de tamarindos de oro al rey de España, la leyenda habla de varios zurrones de cuero llenos con 20 quintales de oro. Por esa razón a estos les decían también tamarindos reales.

Este regalo no hizo más que despertar la ambición de los conquistadores, quienes la próxima vez llegaron agresivos, y pusieron un resguardo o guarnición de soldados muy cerca del poblado. Los indios resintieron y hubo algunas escaramuzas en que murieron indios y soldados.

Mientras tanto en Córdoba, España vivía una familia, cuyo padre Joseph Lopes de Cantarero, teniente de la armada española, había sido enviado a la provincia de Nicaragua, y reportado muerto en una región llamada Cihuacoatl en un combate con los indios del lugar. La noticia tardó en llegar varios meses a la península.

Cuando la viuda María de Albuquerque recibió la noticia su hijo José tenia apenas trece años de edad, como ella no veía porvenir sin la ayuda del salario del padre decidió llevar a su hijo al convento de los padres franciscanos que estaba allí cerca, habló con fray Domingo, y logró que admitieran a Joseph para que estudiara y se convirtiera mas tarde en un sacerdote.

Joseph, muchacho simpático como listo, aprendió durante esos años latín, geografía, historia, oratoria, cánones sagrados y teología. Cuando le faltaban solamente unos meses para ordenarse el inquieto joven descubrió que el sacerdocio no era su vocación, era ambicioso, quería ir a conocer el lugar donde su padre había muerto y buscar aventuras en aquella tierra misteriosa llamada en aquel entonces Indias Occidentales.

Recordó que cuando él era pequeño su madre le había llevado al puerto de Cádiz a dejar mensajes a su padre cuando éste servía a la corona en la Indias Occidentales. Ya contaba con 19 años, aprovechando una salida que le autorizaron para visitar a su madre le confesó a esta que no volvería al convento y que deseaba hacer algo que siempre soñó, tomaría nuevos rumbos y le prometía que en unos años tendría noticias de él como un hombre de éxito. La madre lloró por un buen rato, pero al final le bendijo y despidió.

Recogió mas información acerca de su padre, y en vez de regresar al convento se dirigió al puerto de Cádiz, allí buscó un barco que viniera a América. Encontró uno que viajaba a Cartagena de las Indias, convenció al capitán que él era un fraile que podía acompañar a la nave para darles a los marineros los servicios religiosos y la protección del Señor en el viaje.

José se embarcó hacia el Nuevo Continente. Llegado a Cartagena, después de unas semanas tomó otro barco de vela hasta un pequeño puerto llamado David, cruzó el Istmo del Darién hasta la ciudad de Panamá allí tomó un barco que venia al puerto de la Posesión de El Realejo en la pequeña provincia de Nicaragua.

Llegado a León estuvo allí algunos meses. Ya para entonces había guardado sus hábitos y cumplido los veinte años de edad. Preguntó como alistarse como escribiente para las guarniciones de soldados que fueran a Sébaco, encontró una que iba para Muimui y se alistó con ellos.

Llegó a Sébaco, allí pidió permiso para quedarse pues era un puerto pluvial más importante en ese corregimiento. Después de ubicarse e investigar la historia y condiciones del lugar, supo que su padre el teniente Joseph Lopes de Cantarero había muerto porque un capitán de apellido Alonso arrebató unas piezas de oro a unas indias, los indios reaccionaron dando muerte a unos soldados a los cuales el capitán les había ordenado protegerlo, era culpa del susodicho capitán quién por ambicioso había comprometido a su tropa, terminando con la pérdida del teniente y varios soldados.

Investigó Joseph la suerte del capitán, encontrando que había perecido posteriormente por intentar encontrar los yacimientos forzadamente. Joseph mientras tanto trató de hacer amistad con la gente cercana al cacique, siendo un joven astuto y culto supo encontrar la manera de conocer a la hija del cacique llamada Oyanka.

Pasaron algunos meses durante los cuales trató de hacer amistad, aprender la lengua de los matagalpas y de enseñarle a ella el idioma castellano. Como ambos eran jóvenes y agraciados llegaron a enamorase, ella era de unos 17 años de edad, de tez bronceada, ojos cafés ámbar, de facciones finas, un tanto sensuales, y cabello largo muy hermoso. José se enamoró de ella, la primera mujer en su vida, pero no olvidó su propósito por enriquecerse.

Conversando con ella, logró al fin tras un juramento de guardar el secreto, que lo llevara a ver donde extraía su padre los tamarindos de oro. Oyanka y Joseph, sin dejarlo saber a nadie caminaron dos horas desde el poblado de Sébaco hacia las montañas del poblado de La Trinidad, una legua hacia el noroeste del poblado, allí había una cueva escondida y secreta. Joseph y Oyanka entraron en la cueva prohibida con una tea de ocote encendida, salieron murciélagos espantados por la luz y abundantes culebras se arrastraron a refugiarse.

José pudo ver ante sí una veta de cuarzo donde notábanse adheridos grandes granos del dorado metal, no podía creerlo, estaban al alcance de su mano, con poco esfuerzo podía desprender lo que parecían grandes botones dorados del tamaño de semillas de tamarindo. Guardó siete de ellas en su bolso, agradeció a su novia, luego apreciaron el bello paisaje del valle y la puesta de sol en las montañas del oeste, ya tarde empezaron a caminar de regreso al pueblo.
Mientras tanto el padre de Oyanka inquiriendo acerca del paradero de su hija, al recibir información de la dirección que habían tomado, se figuró que andarían en la cueva secreta.
Disgustado ordenó la captura el atrevido jovenzuelo, y el encierro de la princesita.


No podía eliminar a José por temor a la reacción de los soldados acantonados en Metapa, pero sabiendo de una incursión de los indios caribes por el río que ellos llamaban Kiwaska, pues estos solían atacar de noche llevándose mujeres y niños españoles, adelantándose les envió mensaje ofreciéndoles que no atacaran a su población, en cambio les entregaría pepitas de oro y además a un joven español de muy alta posición cuyo rescate ellos podrían negociar en el futuro con la corona española en Cartagena de Indias. Envió a una avanzada de indios matagalpas a encontrarse con ellos cerca de Muimui e hizo el trato.

Así se deshacía de aquel inoportuno y ambicioso novio de su hija, sin necesidad de eliminarlo.
Oyanka privada de libertad y oyendo que su novio había sido enviado custodiado por indios a un ignoto paradero, se deprimió tanto que no quiso comer mas, afligido su padre trató de convencerla, pero la enamorada novia le dijo no podía vivir sin Joseph cayendo en un sueño del que no despertaría hasta que su padre hiciera regresar a su joven amante.

Nadie pudo evitarlo, Oyanka se recostó al principio con los ojos abiertos, pensativa, después de varias horas cayó en un sueño que no era de la muerte, porque nunca corrompió su cuerpo, era un sueño del que sólo el regreso de su amado podía rescatarla.

Cuatrocientos años han pasado, Oyanka se ha convertido en piedra y está a la vista de sus pueblos. Sébaco, El Guayabal, La Trinidad, Chagüitillo, Carreta Quebrada y de generaciones que vendrán en el futuro, en una perenne.... y quizás eterna espera.

¿Cómo ver a Oyanka?
Si el viajero viene en la carretera asfaltada desde Sébaco a Matagalpa, un poco antes de cruzar el Puente de Sébaco, en el horizonte, puede verse el cerro Oyanka, más al fondo, está el cerro La Mocuana. Pero si seguimos viendo hacia la derecha en dirección de la carretera a Matagalpa en el perfil de los cerros puede verse la silueta de la princesa recostada de espaldas, su bella cabeza coronada con un gorro que tiene incrustado una gran piedra de esmeralda, sus desnudos senos, una pierna un poco levantada, la otra pierna como los brazos descansando en el cerro, y su joven vientre levemente pronunciado. ¿Estará encinta? 

Fay Antonio Margil de Jesús y la Cihuacoátl

En tiempos de la colonia española, a 175 años de establecido ese nefasto y brutal sistema de explotación que diezmó los pueblos confederados que conformaban el Sébaco aborigen, se registra un acontecimiento histórico que raya entre lo mítico y lo fabuloso, por lo que se puede ver lo arraigado que se encontraba la leyenda en la mente popular.

Se cuenta que un día de invierno del año 1703, llegó a Santiago de Sébaco un hombre con los hábitos rotos, recogidos hasta la cintura y completamente enlodado. La población extrañada vio como del cordón que ceñía la vistidura, le colgaba un calavera y aferrando un misal, cantaba;

"Alabado sea el Santísimo sacramento del altar y maría concebida sin pecado original ".

Era Fray Antonio Margil de Jesús de la orden de Los Recoletos, que llegaba expresamente a combatir o exorcisar tanto a los brujos sebaqueños como a la mismísima Cihuacoatl..

El propósito de la visita de dicho personaje, según el biógrafo que recopiló los escritos del misionero descalzo, hizo que la leyenda trascendiera sus fronteras enriqueciéndola aún más, perpetuándola por los siglos venideros.

Informado el frayle por los parroquianos de las hechicerías y encantamientos de los indios de Sébaco, salió muy de mañana en busca de la cueva de la cihuacoatl a pesar del mal tiempo que se avecinaba.

Cuentan que Margil de Jesús perdió el rumbo, porque sobrevino con mucha fuerza una tormenta semejante a un huracán, el viento era tan fuerte que arrancaba de cuajo los grandes árboles elevándolos por los aires. Las cañadas se inundaron arrastrando los ranchos de los indígenas, los torrenciales aguaceros sanjearon los caminos y ahogó casi todo el ganado del valle.

El mismo Margil de Jesús cuenta, que tuvo que esperar que el viento y la lluvia amainara, para regresar a la población pidiendo ayuda por el camino, porque estaban perdidos y su acompañante se le moría, por los abundantes vómitos de sangre. Los lugareños, tanto criollos como indígenas, achacaron de inmediato a la Cihuacoatl aquel terrible acontecimiento.

Dicen que el frayle se enfrentó mas tarde a la terrible mujer serpiente y pensando que se trataba del mismísimo diablo le dijo con voz fuerte: ¡En el nombre de Cristo nuestro Señor te ordeno Satanás que regreses a los infiernos!. La cihuacoatl abriendo su boca le respondió: ¡No soy Satanás, hombre tonto! ¿No ves que soy tambien una mujer? ¿Por que no quieres que la gente me conserve en su memoria para siempre? ¿Por que quieres separarnos?.

La fábula sigue desarrollándose en torno a la falsa deidad adorada por los aborigenes sebaqueños. Cuentan que Fray Margil de Jesús, regresó a Granada prometiéndoles a los vecinos de Sébaco que regresaría, para develar a la misteriosa mujer serpiente y convertirla a Cristo.

Las lluvias en Sébaco fueron debastadoras, y después del invieron de 1762, se consolida la supuesta maldición.

Fuente: Eduardo Manfut

La ciguacoatl

La ciguacoatl (o cihuacoatl)
La Cihuacoatl era, entre los aztecas, un ser mitad mujer (cihua) y mitad serpiente (coatl). Era considerada protectora de los partos y las mujeres muertas al dar a luz, las cuales iban al cihuateteo.
En Nicaragua, a la Cihuacoatl se le asocia sobre todo con el agua y las frecuentes inundaciones sufridas en el lugar donde fue adorada, Matagalpa.
Al principio, Cihuacóatl era un centro ceremonial habitado por indígenas de habla nahuátl que había emigrado desde México y que adoraban a la diosa Cihuacoátl. Con la llegada de los españoles, cambiaron el nombre del pueblo a "Santiago de Cihuacoátl", y hoy se llama Sébaco (de Cihuaco).

Cuenta la leyenda que en un antiguo pueblo aborigen, asentado a orillas del Río Viejo, existía una hermosa mujer esposa del cacique principal. Se decía que esta mujer, de proceder extraño y misterioso, acostumbraba ir todos los viernes a un determinado lugar del río, llevando abundantes alimentos, aves ricamente preparadas y sabrosas bebidas.

Uno de los servidores del cacique, extrañado por el comportamiento de la mujer, determinó seguirla a prudente distancia. Lo que vio ese día lo aterró tanto que echando a correr fue a contárselo a su Señor. El cacique no dijo nada a su mujer fingiendo ignorancia. El siguiente viernes la sigió, y confirmó lo que le dijera su servidor.

Vio, según dice la leyenda, que sentada en una piedra junto al río golpeaba con su mano el agua, y al llamado emergía impetuosamente una inmensa serpiente que tenía su cueva en el mismo río. El terrible reptil, posaba su inmensa cabeza en las bellas piernas de la mujer, y una vez alimentada, serpiente y mujer se entregaban al placer sexual.

El indignado esposo mató a la infiel mujer. Entonces la enfurecida serpiente agitó las aguas del río y su corriente destruyó el milenario pueblo. Según la leyenda, los sobrevivientes reconstruyeron su pueblo, al cual dieron por llamar Ciguacoatl, que en lengua nahuatl significa mujer serpiente .

Fuente: Gilberto Alvarado Montoya - Sébaco: Historia, Leyenda y Tradición
Enlaces: La Prensa - La Mujer Serpiente 
Diosa Cihuacoatl