jueves, 10 de febrero de 2011

La dulce Xali de Cailahua

Por las noches, dice un antiguo romance, vaga sobre el haz de las aguas de la laguna de Masaya el fantasma de la dulce Xalí.

Los pescadores tienen buena pesca en el plenilunio porque la dulce Salí vagas sobre el haz de la laguna de Masaya.

La brisa que riega el agua, hace y deshace los pliegues de la túnica de la dulce Xalí.

Pescador, es el plenilunio; toma la barca y tu atarraya y ándate a Cailahua que la dulce Xalí va sobre el haz de las aguas.

Kieg, hijo de un príncipe Quiché, llegó un día a pescar por los dominios del Cacique de Nindirí y se prendó locamente de Xalí, la hija de este. Cuando supieron sus pretensiones, el hijo del Cacique de Jalata, llamado Nancimí, quien estaba ofrecido en matrimonio, porque así convenía a una alianza que ambos caciques habían convenido, se sintió hondamente despechado; entre las pequeñas cortes hubo un movimiento de desagrado y fueron a hacerle la guerra al extranjero que arrebataba la dicha del bravo Nancimí, mas el padre de Xalí, agradaba el matrimonio con Kiev, y no vio con desagrado los amores.

Herido en su amor propio el Cacique de Jalata, cuando supo que el amigo le era infiel a la palabra empeñada, dispuso hacerle una visita acompañado de numeroso séquito, llevando consigo un mil súbditos armados con lanzas y agudas flechas de huiscoyol.

En efecto, después de haber enviado un heraldo anunciándole su visita, se puso en camino el Cacique de Jalata embarcándose en hermosas canoas empavesadas llevando músicas y haciendo una feliz travesía sobre las aguas dormidas de la laguna de Masaya. Del otro lado esperaban para darle la bienvenida los del señorío de Nindirí que así mismo acompañaron con flautas, tunes, chirimía y tambores al cortejo que traía el Cacique de Jalata.

Que se dijeron los caciques es fama que nunca llegó a saberse, pero Kieg, unió su destino al de la dulce Xalí.

Las fiestas que acordaron fue por varios días, celebrándose en la plaza torneos y simulacros divertidísimos, mas el mejor número fue la casa del venado, hecho en plena selva hacia Ticuantepe.

Caía la tarde y las aguas de Masaya se teñían de oro y gualda, Kiev y Xalí se había quedado atrás, olvidados de la vida y del mundo, engarzando un collar de horas para el porvenir. Nancimí que disfrutando entre el cortejo había asistido a la cacería, se había adelantado y oculto tras la maleza espiaba el paso de la pareja.

De repente el zumbido de una flecha paso sobre a cabeza de los novios.

- ¿Oyes? - dijo Xalí.
- Si, es el pájaro que anuncia la proximidad de la noche.
- es una flecha - repuso ella -, mírala como quedó clavada en el tronco del Genízaro.
- ¿Pero quien podrá ser?
- Solo uno: Nancimí...
- Ah -dijo el joven indio.
- Y no pudo decir mas, una segunda flecha mas certera le atravesó el cráneo y cayó muerto en el camino.
Xalí se precipitó sobre el cadáver adorado y besando la herida abierta por donde la vida se escapaba grito en el silencio de la tarde.
- ¡Kiev! Óyeme, soy yo tu Xalí...

Pero como un tigre salto Nancimí al camino y tomando por el talle a Xalí, le dijo:
- Mía o de nadie, Xalí.¡A mí todos!
Y brotaron de la maleza varios compañeros.

Bajaron por los despeñaderos de la laguna llevando a la princesa, atravesaron la costa de rápida pendiente sembrada de lava y al llegar a las orilla, tomaron una canoa que los condujo a la parte opuesta, en donde se mira la roca cortada a pico de Cailahua: luego buscaron la parte accesible a la parte humana y bajaron hacia la gran cañada en donde corren las aguas lluvias a precipitarse en el despeñadero del Cailahua.

Era el plenilunio, la luna con luz perla bañaba el monte silencioso y Nancimí quiso con dulces palabras llegar hasta el corazón de Xalí.

El sol de la mañana sorprendió a Nancimí a los pies de Xalí, y ella desolada llorando al bien amado muerto.

- Di, Xalí, ¿no me quieres?
-¡Quiero la muerte para unirme con Kiev!
-Si eso quieres la tendrás ¡cruel!
Y retirándose a una distancia regular le dijo:
-Toma, ahí va y no serás ni de aquel ni mía.
Y le disparo una aguda flecha de huiscoyol.

En la roca, desde entonces se mira una sepultura abierta y alrededor varios jeroglíficos que dicen ser la tumba de la dulce Xalí.

Gustavo A. Prado: Leyendas Coloniales. Ediciones del club del libro nicaragüense, Managua, 1962.

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